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Cuando las palabras hacen agua. Reflexiones para desandar lo andado en el camino al “desarrollo”

Definitivamente estamos en tiempos confusos en los que la candidez de las categorías binarias implosiona y nos niegan la prosa para asir la realidad esquiva. 

 

El título de estas reflexiones viene a propósito del legado de Zygmunt Bauman que en acertada metáfora nos ha hablado de un mundo líquido, de la vida líquida, de los tiempos líquidos, de la modernidad líquida, de la generación líquida e incluso del amor líquido. Con esta metáfora acuosa Bauman nos quiere llamar la atención sobre el alto grado de disipación de sistemas que pensábamos robustos, inflexibles, incólumes.

 

Herederos de un pensamiento evolucionista pensábamos en la eterna maduración y teníamos fe y esperanza que todo iba para mejor.

 

Aunque es cierto que en muchas cosas hemos alcanzado resultados prodigiosos en otras no tanto y pensaríamos más bien que estamos involucionando. Es cuando ya no sabemos la dirección de los vectores del optimismo o pesimismo, del florecimiento y del colapso.

Al quedar en evidencia la industria del desarrollo entonces pronto caemos en cuenta que todo ha sido mercantilizado o pretendo serlo para ajustarse a los cánones de la economía llamada científica.
Al quedar en evidencia la industria del desarrollo entonces pronto caemos en cuenta que todo ha sido mercantilizado o pretendo serlo para ajustarse a los cánones de la economía llamada científica.

Pese a todo el sorprendente desarrollo de la tecnociencia que nos lleva a límites insospechados tenemos que reconocer que nos encontramos a una crisis civilizatoria y podemos nítidamente percibir la vaporosidad de conceptos que guiaron nuestro pensamiento, emociones y acciones durante nuestra historia en la tierra pero que quedaron consagrados principalmente desde la revolución industrial y mejor aún desde el advenimiento del capitalismo y la irrupción del neoliberalismo.

 

Es entonces que categorías como “desarrollo” empiezan a desdibujarse por más que lleven nuevos apellidos, títulos pomposos de reseteo (reinicialización) o de endebles promesas marketeras poco confiables. Al quedar en evidencia la industria del desarrollo entonces pronto caemos en cuenta que todo ha sido mercantilizado o pretendo serlo para ajustarse a los cánones de la economía llamada científica. 

 

Tenemos que reconocer que la industria del desarrollo ha sido comunicacionalmente tan efectiva que es muy difícil abstraerse del pensamiento único hegemónico. Pensamiento que se instala también en las emociones, sensaciones y discursos que muchos piensan y actúan como que si todo fuera del desarrollo, como todo fuera de la economía, es ilusión.

 

Pero inmediatamente emergen una serie de palabras que han guiado nuestra historia de modernidad aunque como diría Bruno Latour “Nunca fuimos modernos.” Los pensadores han ido desmontando uno a uno los grandes mitos que nos hemos construido para no marchitar la esperanza. 

 

Así se mencionan para empezar el mito de la razón, el mito del progreso o el mito del desarrollo (Oswaldo Rivero) o incluso el mito del desarrollo sostenible, el mito de la naturaleza (Gustavo Bueno), el mito de la cultura (Gustavo Bueno). Desde la economía se mencionan el mito del libre mercado, el mito del libre comercio, el mito de la desmaterialización de la economía, el mito de la economía del goteo, el mito del crecimiento infinito, el mito del emprendedor (Michael Gerber), el mito del planeta infinito. 

 

Desde la política se mencionan el mito del Estado (Ernst Cassirer), el mito de la democracia real, entre otros tantos mitos que nos hemos inventado para hacernos creer que ser Homo economicus es más elegante que ser Homo sapiens. Aunque algunos ya no se contentan con ser Homo economicus y se sienten Homo Deus (Yuval Harari).

 

Ya lo había advertido Harari que somos grandes ficcionadores. Ser imaginativos, literatos, poetas u optimistas son cualidades positivas, el problema radica cuando las ficciones son usadas para que una minoría acumule poder y riquezas a expensas de las mayorías.

 

Si hemos develado, a decir de Bauman, el estado líquido del mundo, de la sociedad, la economía, la política, de nuestras narrativas y acciones en torno al desarrollo, entonces se requiere una profunda transformación social en todos los campos. Si alguna vez fue revolucionario atreverse a pensar ahora es revolucionario atreverse a pensar el pensamiento, la palabra, los sentires, las actitudes, las prácticas y los dibujos y colores de nuestros sueños.

 

Aunque palabras como Política, Estado, Economía, Mercado, Productividad, Competitividad, Ciencia, Academia, se escriban con mayúscula y se vistan de fastuosos ropajes, en gran medida han sido cooptados por la teología monetarista y su accionar se convierte sospechoso cómplice de los intereses de los que han generado los grandes mitos embaucadores. 

 

Nos hablan de desarrollo sostenible pero lo único que quieren sostenerse son ellos, nos hablan de la razón pero sólo quieren imponer sus razones mercadocéntricas, nos hablan de educación pero sólo están pensando en mantener el ejército de servidores para que siga funcionando sus contaminadoras máquinas y mecanismos sociales del dominio, nos hablan de valorización pero sólo le interesan los valores que puedan expresarse en precios y puedan ser incorporados a los mercados. Nos hablan de economía verde o economía circular pero no mueven un ápice el estilo de vida y modos de producción que nos han llevado a esta policrisis.

 

¿Cómo generar alternativas al desarrollo desde categorías erosionadas? ¿Cómo generar nuevos significados y sentires si planificamos y soñamos desde arenas movedizas? ¿Cómo recrear sueños desde silencios y vacíos que nos duelen?

 

Entonces recordamos que siempre hay espacios posibles para hacer reverdecer las esperanzas, desde las sonrisas de quienes amamos, desde los ecosistemas que celebran la vida, desde la exaltación de la música armoniosa, desde la belleza de la poesía regeneradora, desde las tardes lluviosas que acarician las semillas y follajes, desde la sabiduría de nuestros pueblos y desde la propia tierra que nos cobija amorosa.

 

Sólo en la medida que recuperemos la afectividad social y la afectividad ambiental podremos diseñar el florecimiento pleno de la totalidad de la vida, la humana y la más que humana. Que fluyan las sonrisas para la regeneración vital.


 

Por Rodrigo Arce Rojas

Consultor Forestal y Facilitador de Procesos Socioambientales. 


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